
¡Alerta en el Caribe! Gustavo Petro, presidente de Colombia, ha soltado una bomba más grande que un misil gringo: acusa a las fuerzas militares de EE. UU. de un “asesinato sistemático” de presuntos narcotraficantes. Según Petro, estos ataques son un “delito de lesa humanidad” que merece una rebelión regional. ¿La solución? Movilizar a los pueblos caribeños, aunque sea en canoa, para armar asambleas y contraatacar.
En un tuitazo épico, Petro señaló que abogados de ambos partidos en EE. UU. están cuestionando las órdenes del secretario de Defensa, Pete Hegseth, quien, dice, ha mandado liquidar civiles caribeños como si fuera un videojuego. El caso más sonado es el de Alejandro Carranza, un pescador samario cuya lancha fue volada por un misil. Petro ya puso a su abogado, Dan Kovalik, a defender a la familia Carranza, mientras exige a las autoridades colombianas formar una comisión para investigar estos crímenes marítimos.
Por si fuera poco, Donald Trump, que autorizó a la CIA a meterse en Venezuela, ha dirigido 21 operaciones contra supuestas narcolanchas en el Caribe y el Pacífico, dejando al menos 83 fiambres. Tanto el Congreso de EE. UU. como la Asamblea Nacional de Venezuela han prometido investigar este desmadre acuático. Petro insiste en que la Agencia Nacional de Defensa Jurídica de Colombia priorice a las víctimas de esta violencia.
Esto parece una película de acción de bajo presupuesto: misiles volando, canoas rebeldes y políticos señalando dedos. ¿Será que el Caribe se convierte en el nuevo ring de una pelea internacional? Solo falta que alguien grite “¡Corten!” antes de que esto escale a un reality show.
