
¡Acción explosiva en el Caribe! La Casa Blanca defendió el lunes un ataque de seguimiento ordenado por el almirante Frank Bradley, del Comando de Operaciones Especiales de EE. UU., contra una presunta embarcación narcotraficante. Karoline Leavitt, secretaria de prensa, aseguró que Bradley actuó dentro de la ley para “destruir el barco y eliminar la amenaza” a Estados Unidos. ¿Misión imposible o decisión cuestionable?
Los ataques, autorizados por el secretario de Defensa Pete Hegseth, comenzaron el 2 de septiembre, marcando el inicio de una campaña estadounidense en la región. Ese día, un bombardeo inicial dejó dos sobrevivientes, quienes fueron eliminados en un segundo ataque, según medios locales. Expertos califican estas muertes como ejecuciones extrajudiciales, incluso si apuntan a traficantes conocidos. Donald Trump celebró entonces la muerte de 11 “narcoterroristas” en un “ataque”. En operaciones posteriores, hubo esfuerzos de rescate: dos personas fueron salvadas en un caso, mientras otra sigue desaparecida desde octubre.
Hegseth insiste en la legalidad de las acciones, tuiteando que cumplen con la ley de conflicto armado y tienen el visto bueno de abogados militares y civiles de alto rango. Trump, por su parte, ha desplegado una flotilla en el Caribe bajo el pretexto de combatir el narcotráfico. Pero esto ha encendido las tensiones regionales como un cóctel molotov. Nicolás Maduro, líder de Venezuela, acusa a Washington de usar el narcotráfico como excusa para derrocarlo, negando producción de drogas en su país y señalando a Colombia como origen del tráfico.
¿Es esta una cruzada contra el crimen o un juego de poder geopolítico? Esto tiene más sombras que una película de espías.
