
¡El Caribe y el Pacífico se convirtieron en el patio de juegos del Pentágono! Pete Hegseth, secretario de Defensa de EE. UU., anunció este martes que los ataques contra embarcaciones de presuntos narcotraficantes, iniciados en septiembre, “apenas han comenzado”. Con más de 80 muertos, promete seguir mandando “narcoterroristas al fondo del océano” por envenenar a los estadounidenses.
En una reunión de gabinete, Hegseth se jactó de la estrategia de disuasión, aunque admitió una “pequeña pausa” porque, ironía pura, ya no encuentran barcos que atacar. Sin embargo, la polémica arde como gasolina en alta mar. Críticos denuncian ejecuciones extrajudiciales, especialmente tras un segundo ataque a una narcolancha el 2 de septiembre para eliminar sobrevivientes, un acto que algunos legisladores tildan de crimen de guerra. Hegseth y Trump niegan haber ordenado directamente esa decisión, echándole el muerto al almirante Frank Bradley, quien, según la Casa Blanca, actuó dentro de su autoridad. Hegseth juró no haber visto sobrevivientes, solo “llamas” y la clásica “niebla de la guerra”.
La secretaria de prensa del Pentágono, Kingsley Wilson, y la portavoz Karoline Leavitt insisten en que todo es legal bajo leyes estadounidenses e internacionales. Mientras, Trump ha desplegado una flotilla en el Caribe para combatir el narcotráfico, avivando tensiones regionales. Nicolás Maduro, líder de Venezuela, acusa a Washington de usar esto como excusa para derrocarlo, negando producción de drogas en su país y señalando a Colombia como la fuente del problema.
¿Legal o no, disuasión o desastre? Esta cruzada marítima tiene más sombras que un thriller de espías en altamar.
