
En un giro digno de una telenovela geopolítica, Rusia y Estados Unidos se sentaron a charlar en Moscú el martes sobre un posible acuerdo de paz para Ucrania. Spoiler: no hubo besos ni abrazos. Después de cinco horas de reunión, el Kremlin y el enviado especial yankee Steve Witkoff, junto con Jared Kushner, no encontraron ni un mísero punto en común sobre el territorio ucraniano.
El asesor ruso Yuri Ushakov, con cara de quien pide otra ronda de vodka, dijo que no hubo compromiso, pero que algunas ideas gringas podrían discutirse. Aunque calificó el encuentro como “muy útil y constructivo”, también lanzó un sutil “queda tarea para Washington y Moscú”, como un profesor que sabe que nadie hizo la lectura. Mientras tanto, Putin, horas antes, acusó a Europa de sabotear la paz y amenazó con una “rápida derrota” si se meten en la bronca. Porque nada dice “diplomacia” como prometer aplastar a todo un continente.
El gobierno de Trump, que describe el conflicto como “un desastre” con 25,000 a 30,000 bajas mensuales, mandó a Witkoff con cinco propuestas, incluyendo un borrador de Ginebra y un plan de 27 puntos que antes eran 28. ¿Será que el punto perdido era el de la cordura? Marco Rubio, secretario de Estado, insiste en un plan que considere a Ucrania y Europa, pero el nudo gordiano sigue siendo el estatus de Crimea, Donbass, Zaporizhia y Kherson, territorios que Rusia no suelta ni con aceite.
Putin, por su parte, exige que Ucrania no entre a la OTAN, límites militares y protección para rusoparlantes. ¿Y Europa? Según él, solo quiere guerra. Mientras, Ucrania, con su ministro Andrii Sybiha, dice que Putin no tiene ganas de paz. Esto parece menos un acuerdo y más un reality show donde todos pierden. ¿Próximo episodio? Ni idea, pero seguro viene con más drama que un final de temporada.
