
Las elecciones presidenciales en Honduras están más tensas que un reality show en su gran final. Salvador Nasralla, el presentador de TV de 72 años del Partido Liberal, lleva una ventaja microscópica del 40.27% sobre Nasry Asfura, del conservador Partido Nacional, con 39.64%. Esto, con el 78% de las actas contadas, mientras la transmisión de votos se detuvo otra vez por “mantenimiento” el miércoles, cuatro días después de unos comicios llenos de retrasos y gritos de fraude.
Asfura, exalcalde de Tegucigalpa y respaldado por Donald Trump, está a solo 15,000 votos de Nasralla. En tercer lugar, la oficialista Rixi Moncada se queda rezagada con un 19%. La Unión Europea y la OEA piden paciencia, pero el ambiente está que arde. Cossette López-Osorio, del Consejo Nacional Electoral (CNE), explotó en X contra los parones en el sistema y la opacidad de la empresa contratada, diciendo que le fallan al pueblo hondureño. Inicialmente, Asfura lideraba por 500 votos, pero tras un “empate técnico” y conteo manual por fallos técnicos, Nasralla tomó la delantera.
Los hondureños no olvidan el desastre de 2017, cuando Juan Orlando Hernández se reeligió entre acusaciones de fraude y apagones sospechosos. Ahora, Trump aviva el fuego desde Truth Social, alegando fraude sin pruebas y amenazando con “desatar un infierno” si no gana su favorito, Asfura. Mark Weisbrot, del CEPR, critica esta injerencia, recordando el historial de EE. UU. en Honduras, desde apoyar dictaduras hasta respaldar elecciones dudosas.
Moncada también denuncia un sistema “tramposo” y la intervención de Trump como un golpe a la soberanía. Mientras, la liberación de Hernández de una cárcel en EE. UU., tras un indulto impulsado por Trump, agrega más gasolina al caos. ¿Será este conteo un reflejo de la voluntad popular o un guion escrito desde el norte?
