
En un giro más enredado que un culebrón centroamericano, Nasry Asfura, el empresario derechista de 67 años del Partido Nacional, ha retomado la ventaja en las elecciones presidenciales de Honduras. Con el 84.52% de los votos contados, Asfura lleva un mísero 40.05% frente al 39.74% del presentador de tele Salvador Nasralla, del Partido Liberal. Un empate técnico que tiene al país más tenso que un reality show en vivo.
El Consejo Nacional Electoral parece estar jugando al escondite con los datos, interrumpiendo el conteo como si fuera una conexión de Wi-Fi en zona rural. Primero pararon el lunes, luego el miércoles por “mantenimiento”. Esto desató la furia de Donald Trump, quien amenazó con “consecuencias graves” si alguien osa “cambiar resultados”. Sí, el mismo Trump que irrumpió cual influencer electoral pidiendo votos para Asfura, su “amigo de la libertad”. De yapa, indultó al expresidente Juan Orlando Hernández, liberado tras una condena de 45 años por narcotráfico. ¿Coincidencia? Claro, y yo soy el Tooth Fairy.
Mientras, Nasralla, tildado de “casi comunista” por Trump, se defiende diciendo que admira a los derechistas Milei y Bukele. Este drama tiene a Honduras, ya golpeada por narcos, pandillas y corrupción, mordiéndose las uñas. El escrutinio a cuentagotas es más lento que un burócrata en lunes por la mañana.
Al final, ¿quién ganará? ¿Asfura con su respaldo trumpiano o Nasralla con su carisma televisivo? Esto está más incierto que predecir el clima en Tegucigalpa. Solo queda esperar, porque si Trump mete más la mano, Honduras podría terminar con un reality show en la Casa Presidencial.
