
¡Agárrense los cinturones, que esto se puso turbulento! Las aerolíneas panameñas Copa Airlines y Wingo tiraron el freno de mano y suspendieron vuelos a Venezuela el 4 y 5 de diciembre, uniéndose a un club de ocho compañías que ya habían dicho “nos vemos luego” por una alerta gringa sobre actividad militar en el Caribe. ¿Señal de navegación fallando o miedo a un misil perdido? Ustedes decidan.
Resulta que la Administración Federal de Aviación de EE. UU. soltó un “cuidado, muchachos” el 21 de noviembre, advirtiendo sobre el aumento de maniobras militares y un ambiente más tenso que un reality show en Venezuela. Desde agosto, Estados Unidos tiene buques y aviones de combate patrullando el Caribe, supuestamente cazando narcos, mientras Caracas grita que es un complot para tumbar a Nicolás Maduro. Esto ya hizo que Iberia, Air Europa, TAP, Avianca, GOL, Latam, Plus Ultra y Turkish empacaran maletas temporalmente. Venezuela, no muy contenta, les revocó concesiones acusándolas de bailar al ritmo del “terrorismo de Estado” gringo.
Copa y Wingo, que eran de las últimas en mantener el puente aéreo con Caracas, reportaron “intermitencias” en señales de navegación, según sus pilotos. ¿Casualidad o excusa para no meterse en un culebrón internacional? Mientras, el Instituto Aeronáutico Civil insiste en que todo está bajo control y el canciller Yván Gil jura que nadie les quita la soberanía, ni siquiera con un dron mal parqueado.
Total, el cielo venezolano está más cerrado que bar en lunes. ¿Volverán los vuelos o seguiremos viendo deportados llegar en aviones de ida? Esto está más enredado que el cable de unos audífonos viejos.
