
Rusia ha decidido que Snapchat no pasa el filtro de seguridad. Este jueves, la agencia estatal RIA informó que el regulador de comunicaciones, Roskomnadzor, bloqueó la app, alegando que se ha usado para “organizar y llevar a cabo actos terroristas en el país, además de reclutar a sus autores”. Sí, al parecer esos selfies con orejas de conejo esconden un lado oscuro más siniestro que un thriller de espías.
No es un caso aislado en la cruzada digital rusa. Más temprano ese mismo día, FaceTime, la app de videollamadas de Apple, también fue vetada, como si hacer una llamada a tu tía desde el iPhone fuera un complot internacional. Esto se suma a una lista creciente de plataformas extranjeras en la mira: YouTube de Google, WhatsApp de Meta y hasta Telegram han sentido el hachazo de las restricciones. Según las autoridades, estas herramientas son un nido de actividades delictivas, aunque uno se pregunta si el verdadero crimen es no poder compartir memes al instante.
El bloqueo de Snapchat y FaceTime parece parte de un plan más grande para controlar el ciberespacio ruso, como si el Kremlin quisiera ser el único influencer en la red. Mientras tanto, los usuarios se quedan sin sus snaps efímeros y sus charlas cara a cara virtuales, obligados a buscar alternativas que probablemente también terminen en la lista negra.
¿Es esto una medida de seguridad nacional o una forma de silenciar el mundo digital? La situación está más enredada que un chat grupal descontrolado. Rusia sigue apretando tuercas tecnológicas, y el resto del mundo solo puede mirar desde el otro lado de la pantalla.
