
Donald Trump ha revivido una estrategia de la Guerra Fría conocida como la teoría del loco, que implica actuar de manera impredecible para intimidar a los adversarios y obligarlos a ceder. Esta táctica, popularizada por Richard Nixon durante las negociaciones con Vietnam del Norte y la Unión Soviética, busca proyectar una imagen de irracionalidad que hace que los oponentes piensen dos veces antes de desafiar. En el caso de Trump, esta aproximación se evidencia en sus recientes amenazas de imponer aranceles del 25% a las importaciones mexicanas si no se detiene la migración y el flujo de fentanilo.
Al hacerlo, Trump no solo presiona a México, sino que también envía un mensaje a otros países como China y Canadá, recordándoles las consecuencias de no alinearse con sus demandas. La teoría del loco permite a Trump mantener a sus rivales en incertidumbre, ya que no saben si sus declaraciones son bluff o acciones inminentes. Históricamente, Nixon la usó para forzar concesiones en tratados de desarme nuclear y en el fin de la guerra de Vietnam.
Ahora, Trump la adapta a un contexto moderno, donde las redes sociales amplifican sus mensajes impredecibles, generando reacciones globales inmediatas. Críticos argumentan que esta método conlleva riesgos, como escaladas innecesarias o daños a alianzas de largo plazo, pero sus defensores lo ven como una herramienta efectiva para negociar desde una posición de fuerza. En su posible regreso al poder, Trump podría expandir esta doctrina a temas como el comercio con Europa o las tensiones en el Medio Oriente, redefiniendo el manual de la política exterior estadounidense con un enfoque en la imprevisibilidad calculada.
Esta estrategia subraya cómo líderes carismáticos pueden alterar dinámicas internacionales mediante la percepción de inestabilidad, en lugar de la diplomacia tradicional basada en el diálogo racional.
