
La posición de España en el ámbito internacional se ha debilitado debido a las decisiones en materia de política exterior tomadas por Pedro Sánchez, según análisis de expertos y observadores. Esta pérdida de relevancia se atribuye a una serie de acciones que han generado controversias y distanciamientos con aliados tradicionales. Por ejemplo, la gestión de las relaciones con Marruecos ha sido criticada por su manejo de crisis migratorias y disputas territoriales, lo que ha llevado a tensiones diplomáticas y una percepción de debilidad en la defensa de intereses nacionales.
Asimismo, el enfoque hacia América Latina, incluyendo posturas ante gobiernos como el de Venezuela o Cuba, ha sido visto como inconsistente, alienando a socios europeos y estadounidenses que esperaban una línea más firme contra regímenes autoritarios. En el contexto de la Unión Europea, las iniciativas de Sánchez han sido cuestionadas por priorizar agendas internas sobre consensos comunitarios, como en temas de energía o migración, lo que ha reducido el liderazgo español en foros multilaterales. Expertos señalan que esta aproximación ha provocado un aislamiento relativo, con España perdiendo oportunidades para influir en decisiones clave sobre comercio global y seguridad.
Además, la falta de una estrategia coherente en Oriente Medio y África ha contribuido a esta erosión, permitiendo que otros países ocupen espacios que tradicionalmente correspondían a España. Críticos argumentan que, en lugar de fortalecer alianzas estratégicas, las políticas han generado divisiones internas y externas, impactando la imagen del país como actor confiable. Esta situación subraya la necesidad de un replanteamiento para recuperar el peso internacional perdido, en un momento en que el mundo enfrenta desafíos como conflictos geopolíticos y cambios económicos.
