La política internacional de Argentina se caracteriza por la ausencia de una visión estratégica clara y perdurable, lo que genera inconsistencias en sus acciones diplomáticas a lo largo de los años. Expertos y analistas coinciden en que el país ha experimentado oscilaciones significativas en sus alineaciones globales, dependiendo de los gobiernos de turno. Por ejemplo, durante administraciones anteriores, se observaron enfoques que priorizaban alianzas regionales en América Latina, mientras que en otros períodos se inclinaron hacia vínculos más estrechos con potencias occidentales o bloques emergentes como los BRICS.
Esta falta de continuidad se evidencia en temas clave como las negociaciones comerciales, la posición en foros multilaterales como la ONU o el Mercosur, y la gestión de conflictos territoriales, como el de las Islas Malvinas. Sin una estrategia sostenida, Argentina pierde oportunidades para fortalecer su influencia en el escenario mundial y atraer inversiones estables. Además, la inestabilidad política interna contribuye a esta problemática, ya que cambios frecuentes en el poder ejecutivo provocan virajes abruptos en la agenda exterior, lo que confunde a los aliados internacionales y debilita la credibilidad del país.
Para revertir esta situación, se sugiere la necesidad de establecer un consenso nacional que trascienda ciclos electorales, involucrando a actores políticos, académicos y del sector privado en la definición de prioridades a largo plazo. Solo así, Argentina podría proyectar una imagen más coherente y efectiva en el ámbito global. Esta carencia estratégica no solo afecta la diplomacia, sino también el desarrollo económico y la seguridad nacional, en un contexto mundial cada vez más interconectado y competitivo.