
¡Agárrense, que el Pacífico está que arde! China acusó a Japón de querer armar un culebrón militar al planear desplegar misiles en Yonaguni, una isla a solo 110 kilómetros de Taiwán. Pekín dice que Tokio está jugando con fuego, mientras la tensión entre ambos parece un reality show sin final feliz.
La bronca diplomática estalló tras las declaraciones de la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, quien insinuó que un ataque chino a Taiwán podría hacer que Japón saque los tanques a pasear. China, con la cara más seria que un guardia de Buckingham, respondió por boca de Mao Ning, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, que las “fuerzas derechistas japonesas” están llevando a todos al borde del abismo. Pekín jura que defenderá su soberanía como quien protege su última porción de pizza.
Por su parte, el ministro de Defensa japonés, Shinjiro Koizumi, confirmó que los misiles tierra-aire de medio alcance en Yonaguni avanzan “sin pausa, pero sin prisa”. China contraatacó con más drama que una telenovela: vetó mariscos japoneses, frenó estrenos de cine nipón y hasta advirtió a sus ciudadanos que no viajen a Japón. ¿Próximo paso? ¿Prohibir el sushi en TikTok? Mientras, Taiwán, en medio del sándwich, aplaude tímidamente. Francois Wu, viceministro de Relaciones Exteriores, dijo que Japón tiene derecho a blindarse y que eso ayuda a la seguridad del estrecho de Taiwán.
Total, esto parece una partida de Risk donde nadie quiere ceder. ¿Será que alguien lanza el primer misil o solo seguirán lanzándose indirectas? La paz en la región pende de un hilo más fino que el Wi-Fi en el campo.
