¡Tragedia en Washington! Donald Trump anunció en una videollamada por Acción de Gracias la muerte de Sarah Beckstrom, de 20 años, guardia nacional baleada cerca de la Casa Blanca. El otro herido, Andrew Wolfe, de 24, “lucha por su vida”. El presidente calificó a Beckstrom como una joven “increíble” y “respetada”, brutalmente atacada el miércoles.
El sospechoso, Ramanulá Lajanwal, un afgano de 29 años que trabajó con una unidad respaldada por la CIA en Kandahar, fue traído a EE. UU. bajo la administración Biden tras la caótica retirada de Afganistán. Trump arremetió contra ese “caos total”, criticando cómo se permitió subir a aviones a “los más fuertes y malos”. Desde Bellingham, Washington, Lajanwal viajó a la capital para perpetrar el ataque, dejando a su esposa y cinco hijos atrás.
El magnate republicano vinculó el tiroteo a fallos migratorios, insistiendo en que controlar quién entra y permanece es prioridad de seguridad nacional. Horas antes, Joseph Edlow de USCIS anunció en X una revisión de green cards de ciudadanos de 19 “países preocupantes” como Afganistán, Irán y Somalia, basándose en un decreto de Trump de junio que limita su entrada.
La fiscal Jeanine Pirro acusó a Lajanwal de agresión con intención de matar y posesión ilegal de armas, mientras la fiscal general Pam Bondi, en Fox, prometió “justicia para Sarah” y no descartó pedir la pena de muerte, celebrando que Trump la haya restituido. Por ahora, cargos de terrorismo y cadena perpetua están sobre la mesa.
Esto pinta más feo que un reality de peleas. Mientras Wolfe lucha, Trump jura que no descansará hasta blindar las fronteras. ¿Justicia o vendetta? El drama apenas comienza.