
¡Drama en Jerusalén! Benjamin Netanyahu, el eterno primer ministro israelí, ha decidido que cinco años de juicio por corrupción son demasiados para su agenda VIP. En un giro digno de telenovela, le pidió al presidente Isaac Herzog un indulto, alegando que las audiencias lo tienen más estresado que un gato en un baño de espuma.
A través de su partido Likud, Netanyahu soltó que esto es “por el bien del país”. Claro, porque nada une más a una nación que salvar al jefe de cargos como soborno, fraude y abuso de confianza, ¿verdad? Él jura que será “totalmente exonerado”, pero mientras tanto, sus abogados insisten en que tres audiencias semanales son un suplicio incompatible con gobernar. La oficina de Herzog, con cara de “¿en serio?”, llamó a esto “extraordinario” y lo mandó al Ministerio de Justicia para que lo analicen, como quien envía un meme dudoso al chat grupal.
La cosa se pone más loca: la ley dice que los indultos suelen llegar tras una condena, pero el equipo de Bibi argumenta que el interés público justifica una excepción. Y, como cereza del pastel, Donald Trump metió la cucharada con una carta a Herzog, diciendo que el caso es un circo político. ¡Qué sorpresa, Trump jugando al abogado defensor!
La oposición, por supuesto, está que echa humo. Yair Lapid dice que sin admitir culpa y retirarse, no hay indulto que valga. Yair Golan fue más directo: “Renuncia ya”. Vamos, que esto parece más un reality show que un gobierno. ¿Indulto o salida por la puerta trasera? Aquí el drama está más caliente que un falafel recién frito.
