
En Honduras, la carrera presidencial está más apretada que un corsé en un reality de citas. Nasry Asfura, del Partido Nacional, y Salvador Nasralla, del Partido Liberal, están en un empate técnico con alrededor del 40% de los votos cada uno, tras procesar el 56.85% de las actas, según el Consejo Nacional Electoral. Asfura lidera con 746,708 votos, apenas mil más que los 745,620 de Nasralla. ¡Esto es más emocionante que un final de telenovela!
Mientras tanto, Nasralla ya se autoproclamó «ganador proyectado» en redes sociales, con una ventaja estimada de 120,000 votos. Asegura que en Cortés, el departamento más poblado, arrasará con más del 60% de los votos. Según él, su rival, conocido como «Papi» Asfura, solo domina en zonas rurales con menos peso electoral. Por su parte, Rixi Moncada, de Libre, se queda rezagada con un 19.16%, mientras que otros candidatos no llegan ni al 1%. Es como si estuvieran compitiendo por el premio de consolación.
La campaña ha sido un circo de acusaciones de fraude, en un país donde la corrupción y el narcotráfico son más comunes que los memes de gatos. Y para agregar salsa al taco, Donald Trump ha metido su cuchara, apoyando a Asfura y prometiendo indultar al expresidente Juan Orlando Hernández, condenado por narcotráfico en EE. UU. ¿Intervención divina o jugada política?
Sin segunda vuelta en la ley hondureña, el que saque un voto más se instala en el Palacio José Cecilio del Valle. Esto está tan reñido que podrían decidirlo con un volado. ¿Quién ganará? Solo falta ver si Nasralla canta victoria o si «Papi» da la sorpresa. ¡Prepárense para más drama que en un grupo de WhatsApp familiar!
